A primeros del siglo XVIII, un monje benedictino francés en viaje de peregrinación a Santiago, se fijó en las bondades del corcho como cierre de las vasijas usadas como cantimploras por sus acompañantes peregrinos. Este monje se llamaba Dom Pierre Perignon (1638-1715).
Varias décadas después, el corcho se convirtió en el mejor material para fabricar el tapón para el embotellado de vinos. Obtenido de la corteza del alcornoque, España y sobre todo Portugal son los principales productores de este material que aumentó su fama como tapón de aquellos vinos que desafían la inexorabilidad del tiempo.
Salvando que el corcho natural seguirá usándose como taponado en el embotellado de vinos tanto tintos como blancos, y tras la revolución industrial, otros materiales fueron apareciendo intentando garantizar el mantenimiento del aroma y sabor de los mejores caldos: tapones sintéticos y tapas de rosca.
Pero, ¿cual fue el motivo que llevó a buscar materiales alternativos al corcho?
El culpable fue el TCA (Tricloroanisol), molécula que se adhiere al corcho en su estado natural, a la barrica, a una grieta de la edificación o puede pasar a la atmósfera, llegando así por distintas vías al vino. Las condiciones existentes dentro de la bodega pueden favorecer la acción del hongo, causando la conocida ‘enfermedad del corcho’ y que afecta a una parte de la producción global. Esta afección provoca el característico sabor a humedad.
Los tapones sintéticos no tienen este problema y, además, se pueden fabricar con distintos colores y otros atributos, pero se usan en el embotellado de vinos jóvenes o de gama básica. En el año 2002 se lanzó un tapón elaborado con corcho natural y que garantiza la asepsia casi total, con lo que la evolución de aquellos vinos que mejoran con su almacenamiento, está asegurada.
En los últimos tiempos ha surgido un cierre hecho de vidrio puro de bohemia, con un gran impacto visual, que no altera los sabores ni olores.
Finalmente, nuestra opinión es que no hay que dejarse llevar por las modas o tendencias, y como al fin y al cabo la calidad del vino no depende del tapón de la botella que lo contiene, sino de lo que el productor haya embotellado, el mejor vino es el que más gusta a cada uno.